martes, mayo 29, 2007

La carretera

Cipriano observaba como Cleta cruzaba de un lado a otro de la carretera, corriendo como una loca.
“Puta cabezona” pensó Cipri, mientras a su rostro asomaba algo que se parecía a una sonrisa “Todos los días igual, que sacará la cabrona de andar cruzando la carretera, digo yo. Bueno que más da, si ella es feliz así”, y se ajustó la gorra sobre los ojos para protegerlos del sol, que a esa hora pegaba de firme en la carretera 109.
A lo lejos vio el tractor del Sebastián, lanzó un silbido y Cleta se volvió. “¡Cuidao, que viene el Sebas, ojito al cruzar!” le gritó.
Cuando el tractor llegó a su altura, Sebas le saludó con un gesto y le preguntó “¿Qué, sacando de paseo a la Cleta?”
“Ya ves, aquí andamos” le contestó Cipri, mientras Cleta miraba con simpatía al conductor.
“Luego te veo en la partida” se despidió Sebastián.
. Nunca había sido un gran conversador, como tampoco lo eran la mayoría de la gente del pueblo, conversaciones escuetas para vidas sencillas, pero con Cleta era diferente. Desde que estaba con él, sus días antes monótonos se habían convertido en alegres y amenos, A ella le podía contar todo lo que se le ocurría. Siempre le prestaba atención cuando le hablaba, aunque fuera de lo mal que se le habían dado ese año la cosecha de tomates.
En eso andaba pensando el bueno de Cipriano, cuando oyó un rugido aterrador. Miró hacia la derecha de la carretera y un destello plateado hirió sus ojos, miró hacia el frente y vio a Cleta que se disponía a cruzar.
Un alarido surgió de su garganta ¡”NOOOOO”! Cleta le miró y fue lo último que sus dulces ojos vieron.
Cuando Cipriano abrió los suyos, la humareda que le envolvía era lo único que quedaba del automóvil plateado, y el cuerpo inmóvil de Cleta en la carretera.
Se arrodilló a su lado, y lloró como nunca lo había hecho. Mientras lloraba una negra nube inundó su cabeza. Se limpió las lágrimas de un manotazo y tomando el cuerpo bienamado se dirigió hacia el pueblo.
Sabía muy bien a quién pertenecía el coche. El único que se podía permitir esos lujos por allí era el hijo del alcalde, y cuando llegó al pueblo fue hasta la plaza. Los vecinos con los que se cruzaban miraban con gesto de asombro y lástima al pobre Cipriano.
Antes de llegar a la plaza, justo en la esquina vio el auto estacionado delante del bar de Jerónimo, y entró.
El malnacido del Quino estaba en la barra junto a una muchacha que Cipri no conocía, besándola. Un dolor insoportable recorrió el corazón de Cipriano al recordar las noches dulces al lado de Cleta.
Jerónimo al otro lado de la barra le vio y el gesto de su cara hizo que Quino y la muchacha también miraran.
“¡Hombre Cipriano, ven que te presento a mi novia!”Le dijo un sonriente Quino.
“¡Cabrón¡” le gritó Cipriano descompuesto “Cabrón que me has matao a la Cleta” dijo mientras nuevas lágrimas recorrían su cara.
La muchacha miró con extrañeza a Quino, que asombrado también, pugnaba por contener una carcajada.
¡Cipriano, la culpa es tuya!¡Quién te manda sacar a pasear la gallina a la carretera!

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miércoles, mayo 23, 2007

¿Y qué?

Mira que el PP no es santo de mi devoción, pero los del PSOE, por lo menos los de este equipo de gobierno, se me están estomagando.
¿Qué pasa porque una señora vaya a gerencia de urbanismo al menos 40 veces? Nosotros, sin ir más lejos hemos ido allí, no se si 40, pero muchas, y no estamos implicados en el caso malaya.
Una de dos, o el PSOE no tiene nada para inculpar a Gallardón, o les da miedo contar lo que saben por lo que puedan decir de Sebastián. En cualquiera de los dos casos me parecen unos cobardes de mierda.
¡Vaya asco de gobierno y de oposición!

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martes, mayo 22, 2007

El instrumento

“¡Yo soy el instrumento de Dios!” eso es lo que su padre gritaba cuando comenzaba su sermón, mientras su rostro se encendía y sus ojos ( esos ojos terribles que conseguían que mojara los pantalones cuando le miraban) proyectaban rayos justicieros entre la concurrencia, que entre excitada y aterrada le escuchaba todos los domingos.

Tabby odiaba a su padre. No recordaba desde cuando, pensaba que nació con ese odio incrustado en todos los poros de su piel. Éste era un sentimiento común en su familia, todos sus hermanos lo tenían, cada uno de ellos por una razón.

Noah, por la forma que tenía el viejo de burlarse de su enorme cuerpo y su diminuto cerebro “!En qué estaría yo pensando cuando preñé a tu madre!” le decía invariablemente todos los días. Su hermano se tragaba las lágrimas y seguía intentando descifrar los deberes, medio tumbado en la vieja mesa de la cocina.

Preston, el segundo le odiaba por haberle obligado a estudiar teología “Eres el más inteligente de todos, debes seguir mi camino” y sobre todo por tener que hacerlo en un internado donde perdió la poca fe que tenía y la virginidad de su orondo culo.

Linda Lee nunca les contó porque le odiaba, se lo llevó a la tumba cinco años después, cuando dejó que la sangre fluyera de sus venas en una sucia habitación de un hotel de Savannah, después de una noche de alcohol y sexo con dos marineros suecos.

No sabía si su madre le odiaba, pero el día en que los cuatro unidos como si fueran siameses, acompañaron al viejo hasta la puerta de la casa y le dejaron claro lo que le ocurriría si volvía asomar su puta cara por allí, ella se sentó en la mecedora y mirando a sus cuatro hijos uno a uno, sonrió satisfecha y les dijo “Vosotros sois mi instrumento”

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lunes, mayo 21, 2007

Veinte mil

¡Visitas ya!
Supongo que una gran parte de ellas se debe a la búsqueda de algo en concreto, pero quiero dar las gracias a quienes se pasan habitualmente por aquí.
Sin ellos no creo que el blog hubiera llegado hasta aquí.

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Tradicciones

Hemos estado en Moncada (Valencia) este finde. Como es habitual en mi, después de habernos acostado a las dos de la madrugada, me desperté a las siete y media. Todos los demás estaban fritos, así que le enganché la correa al perro y me fui a la calle, a buscar un sitio donde tomar un cafelillo.
A la vuelta, al llegar al portal me llevé una sorpresa, la cera estaba cubierta de pétalos de flores y hojas hasta el portal. Pensé que era para una boda, pero no, era para los niños que hacían la comunión.
Sobre las 9,30 salimos todos a desayunar y nos amenizaron con una traca y con un pasodoble que tocaba una banda por el pueblo.
Después cuando ya nos íbamos para Madrid, al pasar por otro pueblo, vimos una procesión encabezada por niños vestidos de comunión, seguidos por otra banda y por los habitantes del pueblo en general.
Me recordaron al flautista de Hamelín.

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viernes, mayo 18, 2007

Tres años

Y sigo sin poder creerme que ya no estás aquí.
Te quiero

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miércoles, mayo 16, 2007

Cazador

Beltrán se subió el cuello del abrigo, no le hacía falta pero lo hizo de todas maneras. El viento gélido de esa madrugada de Febrero no le afectaba pero se había acostumbrado a copiar los gestos de los demás para pasar desapercibido y así lo hizo en ese momento.
Miró a ambos lados de la calle y no vio a nadie apetecible. Parejas entrelazadas, grupos de amigos, ningún alma solitaria que necesitara su agradable compañía.
Decidió bajar a la Puerta del Sol, por allí pululaban muchachos y muchachas en busca de clientes. Aunque prefería que sus compañías no fueran profesionales, si no había más remedio como parecía que iba a ser esa madrugada, tendría que aceptarlo.
Paseó por la Puerta del Sol mirando aquí y allá, buceando en los ojos que se cruzaban con los suyos, sin encontrar la chispa que necesitaba, así que encaminó sus pasos hacia Huertas.
Al llegar allí comprobó que aquello estaba como siempre, hasta la bandera. Gente entrando y saliendo de los pubs, voceando y riendo sin importarles que fueran las cuatro de la mañana y que los sufridos vecinos de la zona madrugasen a la mañana siguiente.
Delante de él, entre otros, iba un grupo de chicas. Las siguió sin muchas esperanzas hasta que pararon delante de uno de los pubs. La puerta se abrió dejando salir a dos chicos y a una música estridente, que hirió sus delicados oídos. “Por favor, que no entren ahí” pensó Beltrán.
Una de las chicas negó con la cabeza, y las demás la miraron extrañadas. “¿Qué pasa Toñi?” le preguntó una de las amigas. “Qué yo ahí no entro. Seguro que está Javi y no quiero verlo”.
“¡Pero bueno, tu eres tonta, pues si está Javi pasas de él, como él pasa de ti!” le contestó otra de las muchachas.
“Qué no entro” respondió negando con la cabeza machaconamente. “Pues yo sí, así que ya sabéis, la que quiera que venga y si no…”
¡Muy bien, pues entrad, yo me voy a mi casa! –exclamó Toñi muy enfadada, y dándose la vuelta tropezó con “el hombre más guapo que había visto nunca” pensó la muchacha mientras le miraba extasiada.
“Vaya amigas que tienes” le dijo Beltrán con una media sonrisa.
Toñi se puso colorada e intentó defender a sus amigas “No, si son muy majas, pero es que….” Y no supo continuar con su defensa.”La verdad es que son unas guarras, me han dejado tirada como a una colilla, pero paso de ellas”.
“Te invitaría a una copa, pero he oído que te vas a casa” le ofreció Beltrán sugerente.
“Yo no bebo alcohol” contestó Toñi sin saber que hacer. “Mejor” pensó Beltrán “Mas pureza para mi”.
“Anda vente, vamos a ese pub de ahí abajo, ponen una música tranquila y se puede charlar sin dar gritos” le dijo el muchacho abriéndole camino.
Toñi comenzó a andar a su lado, contenta porque un hombre así quisiera charlar con ella, y a la vez preocupada porque era la primera vez en su corta vida que le ocurría algo parecido.
Entraron al pub y la chica se sorprendió con el ambiente que allí reinaba. Mesas ocupadas por parejas y grupos que hablaban en voz baja, una luz tenue que surgía de pequeñas lámparas de cristal que había en los centros de las mesas, y una música que sólo había oído el día de Año Nuevo, en el concierto que invariablemente sus padres escuchaban todos los años, despertándola a ella y a sus hermanos sólo un par de horas después de haberse acostado.
Emocionada se sentó a la mesa que le indicó el muchacho, y después de pedir sus bebidas, comenzaron a charlar.
Beltrán llevaba la voz cantante, Toñi se limitó a escuchar las aventuras que le contaba y a contestar casi con monosílabos cuando le hacía alguna pregunta. Cuando la chica miró el reloj y vio la hora, dio un respingo y dijo que tenía que irse, “Mi padre me va a matar” le susurró a Beltrán.
“No creo” pensó él, mientras tragaba la saliva arremolinada en su boca. “Te acompaño a tu casa. Paramos un taxi y en un momento estamos allí”
Toñi le miró embelesada y pensó que se estaba enamorando de él. Beltrán pagó, le ayudó a ponerse el abrigo, le abrió la puerta y al salir del establecimiento, tomó su mano. Ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, en parte por la emoción y porqué las manos de Beltrán estaban heladas.
En el taxi él siguió contándole anécdotas de su vida, y en un semáforo en rojo, se acercó a ella y la besó ligeramente en la boca. Sus labios estaban más fríos aún que sus manos, pero a ella no le importó y deseó que continuara, pero no lo hizo.
El taxi paró en una esquina y se bajaron de él. Toñi le guió hasta una pequeña plaza donde sólo había un par de farolas escasamente iluminadas. Se paró en un portal un tanto desvencijado y abrió la puerta, se volvió para despedirse de él, y Beltrán la besó de nuevo, ésta vez profundamente. Toñi creyó que iba a desmayarse de placer, e involuntariamente sus brazos se cerraron en torno al cuello de él.
Beltrán la empujó con suavidad sin dejar de besarla, y entraron al portal. Se dirigieron al oscuro rellano de la escalera sin soltarse, y allí el beso se volvió más apasionado.
Toñi notó las manos de Beltrán recorriendo su cuerpo, llegando hasta el cuello y acariciándoselo. Su boca se separó de la de ella y se dirigió a esa zona tan sensible entre la oreja y el hombro, ahí donde su vena más palpitaba, y mordió al principio con dulzura, pero después Toñi notó que la boca de Beltrán se abría y luego un profundo mordisco. No le dolió ni siquiera cuando notó que la sangre salía a borbotones y que Beltrán bebía ávido de ella.
Hoy es una noche cálida para ser finales de abril, la primavera parece que quiere llegar antes de tiempo. Beltrán camina solitario por Huertas, hacía varios meses que no iba por allí. Hay que darle tiempo al tiempo, no es prudente cazar por los mismos sitios con frecuencia.
Llega hasta el pub de la música estridente y entra. ¡Quién sabe que puede encontrar allí¡
Se acerca a la barra y pide una botella de agua mineral, y mientras se la sirven contempla con ojos de cazador su entorno. Un guapo muchacho le observa a su vez y sus miradas se cruzan. Coquetean así hasta que el camarero le sirve su agua, y entonces toma el vaso y se acerca a donde está el muchacho.
No le da tiempo ni a saludarle. Un energúmeno furioso le empuja contra la barra y le grita escupiéndole saliva mientras lo zarandea “¡Cabrón ese es mi novio! Cuando va a responderle siente un pinchazo doloroso debajo de las costillas, y asombrado baja la cabeza para comprobar que está sangrando, ¡Sangrando a chorros! -¡No puede ser!-piensa-¡Soy un vampiro, los vampiros no sangramos!
Mientras está en el suelo agonizando, rodeado de la gente que le contempla esperando la llegada del samur, su fino oído de vampiro escucha una conversación entre dos muchachas.
¡No vuelvo aquí, este sitio trae mala suerte! Dice una de ellas.
¡No digas tonterías, cómo va a traer mala suerte! Contesta la otra.
¡Qué no! primero lo de Toñi ¿O es que no te acuerdas que fue aquí donde estuvimos la noche que murió? Y ahora lo de este tío. ¡Yo aquí no vuelvo!.
Es verdad ¡Pobre Toñi! Ah, hoy he ido a su casa a ver a su madre, y por si no fuera poco lo de Toñi, ahora otra desgracia. El hermano pequeño está ingresado, por lo de su problema.
¿Qué problema? Pregunta la otra muy interesada.
¿Pero no lo sabes? Los hermanos de Toñi tienen una enfermedad, esa de los reyes, sí tía ¡La hemofilia! Es una enfermedad que transmitimos las mujeres pero nosotras no la sufrimos, sólo los hombres…..
Las voces de las chicas se van apagando lentamente en los oídos de Beltrán, mientras un último pensamiento surge en su cerebro “Bonita venganza, pequeña”

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jueves, mayo 10, 2007

El baño (continuación)

Reuben miraba el mar desde el acantilado mientras sentía como un olor penetrante inundaba sus fosas nasales. Un olor nuevo para él como casi todo lo que le ocurría desde hacía unos meses. Había descubierto cosas nuevas y todas le habían producido dolor, menos ésta última.
El viento le mecía mientras lloraba en silencio. Recordó las últimas palabras que su padre le dijo mientras se lo llevaban "Hijo se fuerte, aguanta. Tienes que vivir por mi, tienes que encontrar a tu madre y a tus hermanos"
Se limpió de un manotazo las lagrimas y murmuró "Los encontraré, papá".

Un pequeño ratón trepó por la pierna del muchacho que dio un respingo alarmado. Tenía los nervios a flor de piel, cualquier movimiento extraño hacía que su mano se dirigiera a la cintura donde llevaba escondida la pistola.
La pistola.... Le repugnaba y al tiempo la amaba. Sin ella no habría conseguido llegar hasta allí, a ese acantilado del mar Báltico, cercano al campo de Stutthof, del que había escapado la noche anterior.


Egmont Gantz tenía 19 años, cinco más que Reuben. Era un muchacho fornido, con el cabello casi blanco y grandes ojos azules, un ario por derecho propio.
Recordaba el día en que se puso el uniforme por primera vez, el orgullo de su padre al mirarle, y la tristeza en los ojos de su madre. Recordó también el ruego que le hizo cuando se despedían de él en la estación "Egmont, no seas cruel con nadie. Son seres humanos como tu, como yo..." La miró con extrañeza, pero su madre sabía de lo que hablaba, y temía por su hijo, tan rubio, tan alemán, con esa pizca de sangre judía que nadie conocía, sólo ella. La sangre de su abuela rumana.

Casi había llegado al campo, amparado por las sombras de la noche, cuando vio cerca de la alambrada un cuerpo tumbado. El vello de su cuerpo se erizó de miedo, no por lo que pudiera hacerle aquel pobre desecho, sino porque si los descubrían no sólo las consecuencias serían funestas para el prisionero, también lo serían para él por abandonar su puesto.
Se acercó con sigilo al prisionero y cuando la distancia entre ellos se acortó lo suficiente para atraparle sin ruido, pisó una rama seca y el sonido hizo que el muchacho tumbado se volviera.
Al verle sus ojos negros y enormes se abrieron cómicamente y de un salto se levantó y empezó a correr. Egmont también corrió, agachado intentando que sus compañeros del otro lado de la alambrada no le vieran.
Él era fuerte y ágil y el muchacho débil y más pequeño. Sacó su pistola y cuando le tenía al alcance de la mano saltó y de un empujón le tiró al suelo, cayendo él también, y con él su pistola.
Al incorporarse distinguió al muchacho que le apuntaba con ella, arrodillado en el suelo. Las manos le temblaban, y Egmont intentando mantener la calma le habló.
"Vamos, deja la pistola. Será peor para ti. Si la dejas ahora, puedo conseguir que no te castiguen demasiado. Sólo unos días incomunicado y luego podrás volver con tus compañeros".
El chico le miró, bajó la vista hacia la pistola y volvió a mirarle. Lo último que vio Egmont fue la sonrisa de Reuben.

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La señora Botella puntualiza

Oido esta mañana en la radio. La señora dice: Que se sacan las cosas de contexto. Que su marido nunca bebe más de la cuenta (¿¿¿¿????) y que está muy de acuerdo con las medidas que se toman para prevenir los accidentes de tráfico.
Este dios no es infalible.



p.d.: Alguien le dijo a dios "Si bebes no abras el pico"

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miércoles, mayo 09, 2007

Día de Europa

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lunes, mayo 07, 2007

El baño

Los domingos eran los días del baño para todos. El primero siempre era el padre; la madre llenaba la gran tina del baño con agua humeante que previamente había traído de la fuente del pueblo, acarreando ella dos cubos y Myriam otros dos.

Después estiraban la manta de la cama de matrimonio y tapaban al padre mientras se desnudaba. Reuben tiraba de un lado y su madre de otro. La madre miraba abiertamente como se desnudaba su marido, Reuben volvía la cara.

El padre se introducía en la tina con cuidado, y entonces el chico volvía a la Torá y la madre enjabonaba el rostro de su esposo, y le afeitaba cuidadosamente procurando no tocar la perilla canosa.

Tras el afeitado, el padre se enjabonaba y después de un rato, volvían a taparle con la manta y se secaba vigorosamente.

El siguiente era Reuben que no estaba mucho tiempo a remojo, no quería encojer decía siempre sonriendo. Le seguía Myriam, que demoraba un poco más, y luego la madre se encargaba del pequeño Jonás. La última siempre era ella, cuando se introducía en la tina, el agua siempre estaba ya más que tibia. Estaba poco rato, sobre todo en invierno.

Hoy también era domingo. El primer domingo allí, echaba muchísimo de menos a Aaron y a Reuben. Menos mal que la niña y el pequeñín estaban con ella. No sabría si hubiera resistido si le hubieran quitado a todos.

Dos soldados entraron gritando “¡Vamos, vamos, todos afuera¡ Sarah tomó en brazos a Jonás y le dio la mano a Myriam, y salió presurosa.

En el patio decenas de mujeres y niños esperaban temblando de frío y miedo. Les hicieron formar una fila de dos y los condujeron hacia un edificio.

Sarah se fijó que salía humo de la chimenea. “¿Dónde vamos mamá? Le preguntó su hija. Sarah negó con la cabeza “No lo se mi vida”.

Los soldados empujaban a los niños que se quedaban rezagados. Uno de ellos les animó a andar más deprisa “¡Venga que os vais a dar un baño calentito!”

¡”Un baño mamá”! exclamó alegre Sarah. Y su madre la miró y sonrió. “¡Un baño chiquitín! Le dijo al oido a Jonás.

Entraron ilusionados al edificio. Los guardias cerraron la puerta tras ellos. Dos quedaron vigilando la puerta, y al rato uno de ellos le ofreció un cigarro al otro.

Mientras los encendían con una única cerilla, uno de ellos miró al cielo. Negras bocanadas de humo ennegrecían la tarde.

“¡Esto ya está! Volvamos a preparar otra tanda para el baño”.Y lentamente deshicieron el camino.

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viernes, mayo 04, 2007

Dios ha hablado

José María Aznar se mostró "en favor" del consumo moderado de vino y manifestó que defiende "la libertad" individual.

"No puede ir a más de tanta velocidad, no puede comer hamburguesas de tanto y además se le prohíbe beber vino; déjeme que decida por mi, que en eso consiste la libertad", declaró.

Aznar añadió que "es como esos letreros por las autopistas que dicen 'No podemos conducir por ti'; y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mi".

"Déjeme que beba tranquilo, mientras no ponga en riesgo a nadie ni haga daño a los demás", apuntó el presidente de FAES.

En este sentido, agregó que "los que hemos defendido siempre la libertad y creemos que es buena, defendemos también que la gente pueda tomar sus decisiones".

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jueves, mayo 03, 2007

Enhorabuena al señor Mora

Por ser uno de los finalistas de los premios blog 20 minutos, en su caso al mejor blog de humor.


Si mirais más abajo hay una viñeta suya.

¡Qué horror!

¡La Pantoja en la cárcel! ¡A dónde vamos a llegar Señor!

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martes, mayo 01, 2007

Fíate del lobo.....y no corras

Soy enana ¿Y qué? Perdone mi tono, pero no creo que mi estatura sea ningún impedimento para este trabajo. Al fin y al cabo, sólo es un trabajo de teleoperadora: no me interprete mal, no quiero decir que sea un mal trabajo, sino que lo importante es mi voz no mi aspecto físico ¿No es así?
Frida esperó la contestación del hombre sentado detrás de la mesa. Él la miraba como a un bicho raro, no le importaba, siempre le habían mirado así. Lo que le importaba era su respuesta.
Lo importante es la actitud, claro está-respondió el hombre-Discúlpeme si le he parecido grosero, pero es la primera vez en mi vida..
Que ve usted a una enana tan cerca-Frida terminó la frase por él-Normalmente nos tienen encerrados en jaulas y sólo nos sacan cuando tenemos que actuar en el circo…-Calló en seco, al ver la cara del entrevistador-Perdone, era una broma-le confesó avergonzada.
El alivio se pintó en el rostro del hombre que sonrió abiertamente-Menudo sentido del humor que tiene usted, señorita Álvarez.
A ver que remedio-pensó Frida, mientras le devolvía la sonrisa.
Bien, de acuerdo, puede empezar a trabajar mañana-le dijo levantándose y ofreciéndole la mano-Antes de irse tiene que dejarle sus datos a mi secretaria.
A la mañana siguiente, una Frida sonriente entró al edificio con una tarjeta con su nombre, prendida de la solapa de su chaqueta turquesa. Estaba demasiado feliz para que le importaran las caras de asombro de los que tenía alrededor.
Entró en el ascensor y miró la botonera, debía subir al piso quince y sus dedos llegaban hasta el décimo. Una mano grande se acercó a la suya y una voz suave le preguntó-¿A qué piso vas?
Miró hacia atrás y la sonrisa blanca y perfecta de un atractivo yuppi la recibió-Al quince-le respondió agradecida.
Se quedó a su lado hasta llegar a su planta y al abrirse las puertas del ascensor se despidió de él-Adiós y muchas gracias.
Hasta luego, guapa-le respondió él y unas risitas disimuladas acompañaron a su despedida.
La mañana transcurrió tranquila, y al llegar la hora de la comida Frida volvió de nuevo al ascensor. Ahora no le hizo falta ninguna ayuda. El botón de la planta baja estaba encendido y ella se hizo un hueco entre los cuerpos allí reunidos.
En la cafetería del edificio cogió un menú del día del expositor y buscó una mesa libre.
-¿Has visto a la enana lo contenta que se ha puesto cuando el tío buenazo ese le ha sonreído?- Frida se puso rígida al escuchar esas palabras que salían de la boca de una monada sentada en la mesa de al lado. La odió en ese momento, no porque estuviera hablando de ella en ese tono, sino porque sabía que la estaba oyendo.
-Pobrecita, no debe estar acostumbrada a que la hable ningún hombre y mucho menos tan guapo-remató la otra monada sentada enfrente. Y las dos prorrumpieron en carcajadas.
¿Puedo sentarme?- la pregunta pilló desprevenida a Frida, que sobresaltada miró a su interrogador. ¡Era el yuppi del ascensor! Asintió con un gesto, ya que las palabras se resistían a salir de su boca. De reojo vio las caras de asombro de las monadas y se sintió satisfecha.
Me llamo Alberto-se presentó el yuppi-Y me estaba preguntando si te gustaría venir a una fiesta.
¿Yo? –dijo asombrada Frida-Pero si no me conoces de nada.
Bueno, tienes cara de buena chica-le dijo Alberto sonriente-¿ O no lo eres?
Sí, si lo soy-le confesó-¿Y dónde es la fiesta?.
El sábado a las seis de la tarde-le tendió una tarjeta-Esta es mi dirección; te espero allí. ¿De acuerdo?
Claro, allí estaré-contestó Frida con ilusión.
Muy bien-dijo él mientras se levantaba de la mesa-¡Adiós!
¡Adiós!-contestó Frida con la cabeza en las nubes.
Alberto se dio la vuelta y dijo-¡Ah se me olvidaba! No hace falta que lleves disfraz, tenemos uno del año pasado, y es de tu talla
únete a la campaña, tratemos de dar el ejemplo.