Fíate del lobo.....y no corras
Soy enana ¿Y qué? Perdone mi tono, pero no creo que mi estatura sea ningún impedimento para este trabajo. Al fin y al cabo, sólo es un trabajo de teleoperadora: no me interprete mal, no quiero decir que sea un mal trabajo, sino que lo importante es mi voz no mi aspecto físico ¿No es así?
Frida esperó la contestación del hombre sentado detrás de la mesa. Él la miraba como a un bicho raro, no le importaba, siempre le habían mirado así. Lo que le importaba era su respuesta.
Lo importante es la actitud, claro está-respondió el hombre-Discúlpeme si le he parecido grosero, pero es la primera vez en mi vida..
Que ve usted a una enana tan cerca-Frida terminó la frase por él-Normalmente nos tienen encerrados en jaulas y sólo nos sacan cuando tenemos que actuar en el circo…-Calló en seco, al ver la cara del entrevistador-Perdone, era una broma-le confesó avergonzada.
El alivio se pintó en el rostro del hombre que sonrió abiertamente-Menudo sentido del humor que tiene usted, señorita Álvarez.
A ver que remedio-pensó Frida, mientras le devolvía la sonrisa.
Bien, de acuerdo, puede empezar a trabajar mañana-le dijo levantándose y ofreciéndole la mano-Antes de irse tiene que dejarle sus datos a mi secretaria.
A la mañana siguiente, una Frida sonriente entró al edificio con una tarjeta con su nombre, prendida de la solapa de su chaqueta turquesa. Estaba demasiado feliz para que le importaran las caras de asombro de los que tenía alrededor.
Entró en el ascensor y miró la botonera, debía subir al piso quince y sus dedos llegaban hasta el décimo. Una mano grande se acercó a la suya y una voz suave le preguntó-¿A qué piso vas?
Miró hacia atrás y la sonrisa blanca y perfecta de un atractivo yuppi la recibió-Al quince-le respondió agradecida.
Se quedó a su lado hasta llegar a su planta y al abrirse las puertas del ascensor se despidió de él-Adiós y muchas gracias.
Hasta luego, guapa-le respondió él y unas risitas disimuladas acompañaron a su despedida.
La mañana transcurrió tranquila, y al llegar la hora de la comida Frida volvió de nuevo al ascensor. Ahora no le hizo falta ninguna ayuda. El botón de la planta baja estaba encendido y ella se hizo un hueco entre los cuerpos allí reunidos.
En la cafetería del edificio cogió un menú del día del expositor y buscó una mesa libre.
-¿Has visto a la enana lo contenta que se ha puesto cuando el tío buenazo ese le ha sonreído?- Frida se puso rígida al escuchar esas palabras que salían de la boca de una monada sentada en la mesa de al lado. La odió en ese momento, no porque estuviera hablando de ella en ese tono, sino porque sabía que la estaba oyendo.
-Pobrecita, no debe estar acostumbrada a que la hable ningún hombre y mucho menos tan guapo-remató la otra monada sentada enfrente. Y las dos prorrumpieron en carcajadas.
¿Puedo sentarme?- la pregunta pilló desprevenida a Frida, que sobresaltada miró a su interrogador. ¡Era el yuppi del ascensor! Asintió con un gesto, ya que las palabras se resistían a salir de su boca. De reojo vio las caras de asombro de las monadas y se sintió satisfecha.
Me llamo Alberto-se presentó el yuppi-Y me estaba preguntando si te gustaría venir a una fiesta.
¿Yo? –dijo asombrada Frida-Pero si no me conoces de nada.
Bueno, tienes cara de buena chica-le dijo Alberto sonriente-¿ O no lo eres?
Sí, si lo soy-le confesó-¿Y dónde es la fiesta?.
El sábado a las seis de la tarde-le tendió una tarjeta-Esta es mi dirección; te espero allí. ¿De acuerdo?
Claro, allí estaré-contestó Frida con ilusión.
Muy bien-dijo él mientras se levantaba de la mesa-¡Adiós!
¡Adiós!-contestó Frida con la cabeza en las nubes.
Alberto se dio la vuelta y dijo-¡Ah se me olvidaba! No hace falta que lleves disfraz, tenemos uno del año pasado, y es de tu talla
Frida esperó la contestación del hombre sentado detrás de la mesa. Él la miraba como a un bicho raro, no le importaba, siempre le habían mirado así. Lo que le importaba era su respuesta.
Lo importante es la actitud, claro está-respondió el hombre-Discúlpeme si le he parecido grosero, pero es la primera vez en mi vida..
Que ve usted a una enana tan cerca-Frida terminó la frase por él-Normalmente nos tienen encerrados en jaulas y sólo nos sacan cuando tenemos que actuar en el circo…-Calló en seco, al ver la cara del entrevistador-Perdone, era una broma-le confesó avergonzada.
El alivio se pintó en el rostro del hombre que sonrió abiertamente-Menudo sentido del humor que tiene usted, señorita Álvarez.
A ver que remedio-pensó Frida, mientras le devolvía la sonrisa.
Bien, de acuerdo, puede empezar a trabajar mañana-le dijo levantándose y ofreciéndole la mano-Antes de irse tiene que dejarle sus datos a mi secretaria.
A la mañana siguiente, una Frida sonriente entró al edificio con una tarjeta con su nombre, prendida de la solapa de su chaqueta turquesa. Estaba demasiado feliz para que le importaran las caras de asombro de los que tenía alrededor.
Entró en el ascensor y miró la botonera, debía subir al piso quince y sus dedos llegaban hasta el décimo. Una mano grande se acercó a la suya y una voz suave le preguntó-¿A qué piso vas?
Miró hacia atrás y la sonrisa blanca y perfecta de un atractivo yuppi la recibió-Al quince-le respondió agradecida.
Se quedó a su lado hasta llegar a su planta y al abrirse las puertas del ascensor se despidió de él-Adiós y muchas gracias.
Hasta luego, guapa-le respondió él y unas risitas disimuladas acompañaron a su despedida.
La mañana transcurrió tranquila, y al llegar la hora de la comida Frida volvió de nuevo al ascensor. Ahora no le hizo falta ninguna ayuda. El botón de la planta baja estaba encendido y ella se hizo un hueco entre los cuerpos allí reunidos.
En la cafetería del edificio cogió un menú del día del expositor y buscó una mesa libre.
-¿Has visto a la enana lo contenta que se ha puesto cuando el tío buenazo ese le ha sonreído?- Frida se puso rígida al escuchar esas palabras que salían de la boca de una monada sentada en la mesa de al lado. La odió en ese momento, no porque estuviera hablando de ella en ese tono, sino porque sabía que la estaba oyendo.
-Pobrecita, no debe estar acostumbrada a que la hable ningún hombre y mucho menos tan guapo-remató la otra monada sentada enfrente. Y las dos prorrumpieron en carcajadas.
¿Puedo sentarme?- la pregunta pilló desprevenida a Frida, que sobresaltada miró a su interrogador. ¡Era el yuppi del ascensor! Asintió con un gesto, ya que las palabras se resistían a salir de su boca. De reojo vio las caras de asombro de las monadas y se sintió satisfecha.
Me llamo Alberto-se presentó el yuppi-Y me estaba preguntando si te gustaría venir a una fiesta.
¿Yo? –dijo asombrada Frida-Pero si no me conoces de nada.
Bueno, tienes cara de buena chica-le dijo Alberto sonriente-¿ O no lo eres?
Sí, si lo soy-le confesó-¿Y dónde es la fiesta?.
El sábado a las seis de la tarde-le tendió una tarjeta-Esta es mi dirección; te espero allí. ¿De acuerdo?
Claro, allí estaré-contestó Frida con ilusión.
Muy bien-dijo él mientras se levantaba de la mesa-¡Adiós!
¡Adiós!-contestó Frida con la cabeza en las nubes.
Alberto se dio la vuelta y dijo-¡Ah se me olvidaba! No hace falta que lleves disfraz, tenemos uno del año pasado, y es de tu talla
3 Comments:
jajajajajaja, qué cruel escribes!
Uuuuuufffffffff...que ácido.
hey, ya se había hecho muchas ilusiones.
Bueno, lección de la vida por ser tan acomplejada y tirana aprovechando su estatura. Cualquier entrevistador la hubiera mandado a rodar: si así se comportaba con un (posible) superior ¿como sería con una persona cualquiera?
Si Xoco, me ha salido pelín cruel, pero es que lo hice para un concursillo, donde casi todos escriben temas amorosos y de buenos sentimientos, y dije, pues hale vamos a llevar la contraria un ratillo.
Escarlata, en el fondo Frida es buena chica, lo que pasa que tiene la idea de que una buena defensa es el ataque
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