El instrumento
“¡Yo soy el instrumento de Dios!” eso es lo que su padre gritaba cuando comenzaba su sermón, mientras su rostro se encendía y sus ojos ( esos ojos terribles que conseguían que mojara los pantalones cuando le miraban) proyectaban rayos justicieros entre la concurrencia, que entre excitada y aterrada le escuchaba todos los domingos.
Tabby odiaba a su padre. No recordaba desde cuando, pensaba que nació con ese odio incrustado en todos los poros de su piel. Éste era un sentimiento común en su familia, todos sus hermanos lo tenían, cada uno de ellos por una razón.
Noah, por la forma que tenía el viejo de burlarse de su enorme cuerpo y su diminuto cerebro “!En qué estaría yo pensando cuando preñé a tu madre!” le decía invariablemente todos los días. Su hermano se tragaba las lágrimas y seguía intentando descifrar los deberes, medio tumbado en la vieja mesa de la cocina.
Preston, el segundo le odiaba por haberle obligado a estudiar teología “Eres el más inteligente de todos, debes seguir mi camino” y sobre todo por tener que hacerlo en un internado donde perdió la poca fe que tenía y la virginidad de su orondo culo.
Linda Lee nunca les contó porque le odiaba, se lo llevó a la tumba cinco años después, cuando dejó que la sangre fluyera de sus venas en una sucia habitación de un hotel de Savannah, después de una noche de alcohol y sexo con dos marineros suecos.
No sabía si su madre le odiaba, pero el día en que los cuatro unidos como si fueran siameses, acompañaron al viejo hasta la puerta de la casa y le dejaron claro lo que le ocurriría si volvía asomar su puta cara por allí, ella se sentó en la mecedora y mirando a sus cuatro hijos uno a uno, sonrió satisfecha y les dijo “Vosotros sois mi instrumento”
Tabby odiaba a su padre. No recordaba desde cuando, pensaba que nació con ese odio incrustado en todos los poros de su piel. Éste era un sentimiento común en su familia, todos sus hermanos lo tenían, cada uno de ellos por una razón.
Noah, por la forma que tenía el viejo de burlarse de su enorme cuerpo y su diminuto cerebro “!En qué estaría yo pensando cuando preñé a tu madre!” le decía invariablemente todos los días. Su hermano se tragaba las lágrimas y seguía intentando descifrar los deberes, medio tumbado en la vieja mesa de la cocina.
Preston, el segundo le odiaba por haberle obligado a estudiar teología “Eres el más inteligente de todos, debes seguir mi camino” y sobre todo por tener que hacerlo en un internado donde perdió la poca fe que tenía y la virginidad de su orondo culo.
Linda Lee nunca les contó porque le odiaba, se lo llevó a la tumba cinco años después, cuando dejó que la sangre fluyera de sus venas en una sucia habitación de un hotel de Savannah, después de una noche de alcohol y sexo con dos marineros suecos.
No sabía si su madre le odiaba, pero el día en que los cuatro unidos como si fueran siameses, acompañaron al viejo hasta la puerta de la casa y le dejaron claro lo que le ocurriría si volvía asomar su puta cara por allí, ella se sentó en la mecedora y mirando a sus cuatro hijos uno a uno, sonrió satisfecha y les dijo “Vosotros sois mi instrumento”
Etiquetas: Microrelatos
1 Comments:
Excelente!
Un besote guapa!
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