La música
Me levanto de la silla y me acerco al radiocasete, pulso el open del cd y meto el pequeño disco plateado, aprieto el play, y la rota voz de Dyango acaricia mis sentidos; me siento y espero, y un minuto después apareces tú. Silencioso te acercas a mí, y posas tus manos en mis hombros.
Tus labios rozan mi cuello y me estremezco, mi boca se vuelve buscando tu boca, y nuestras lenguas comienzan a jugar, entrelazándose, mientras suena la canción.
“Sí yo fuera él, que lo tiene todo…”
Con suavidad haces que me levante y me diriges hacia la pared, allí me aprisionas y tus besos, antes dulces, se vuelven salvajes, urgentes, ansiosos. Tus manos vuelan por mi cuerpo, deshaciendo obstáculos de tela, dejando al descubierto mi temblor.
Y su canción lo dice todo.
“Hay algo en ella que me descontrola, que me vuelve loco…”
Y como queriendo darle la razón, la locura se apodera de ti, y a la vez de mi, la urgencia de nuestro deseo nos obliga, y nos hace perdernos en nuestros sentidos.
Y cuando laxos ya, aún abrazados, descansamos el uno en el otro, el teléfono nos devuelve a la realidad, recomponemos nuestro aspecto y tu te vas a tu despacho, y yo me acerco a la puerta que nos separa y escucho “A las siete, si cariño, llegaré a la hora, hasta luego”. Y Dyango sigue cantando.
“Pero es mejor querer, y después perder, que nunca haber querido….”
Tus labios rozan mi cuello y me estremezco, mi boca se vuelve buscando tu boca, y nuestras lenguas comienzan a jugar, entrelazándose, mientras suena la canción.
“Sí yo fuera él, que lo tiene todo…”
Con suavidad haces que me levante y me diriges hacia la pared, allí me aprisionas y tus besos, antes dulces, se vuelven salvajes, urgentes, ansiosos. Tus manos vuelan por mi cuerpo, deshaciendo obstáculos de tela, dejando al descubierto mi temblor.
Y su canción lo dice todo.
“Hay algo en ella que me descontrola, que me vuelve loco…”
Y como queriendo darle la razón, la locura se apodera de ti, y a la vez de mi, la urgencia de nuestro deseo nos obliga, y nos hace perdernos en nuestros sentidos.
Y cuando laxos ya, aún abrazados, descansamos el uno en el otro, el teléfono nos devuelve a la realidad, recomponemos nuestro aspecto y tu te vas a tu despacho, y yo me acerco a la puerta que nos separa y escucho “A las siete, si cariño, llegaré a la hora, hasta luego”. Y Dyango sigue cantando.
“Pero es mejor querer, y después perder, que nunca haber querido….”
Etiquetas: Microrelatos
2 Comments:
Erótico!
Sí que lo es, fínamente erótico. Excelente!
mmmm...la música de Django con una fantasía, de acuerdo a la circunstancia, cae muy bien. Me pareció gracioso y calentón el relato. Buena.
Saludos.
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