“¡Jolines, no me hace ni caso! Ya no se que hacer para que me saque a bailar” Sofi pugnaba por contener las lágrimas que bailoteaban en las cuencas azules de sus ojos.
“Pues pasa de él, tía” le dijo con suficiencia Anabel, mirando con ojitos tiernos a Dani, que buscaba con afán en la pila de discos colocados al lado del tocata.
“Es que desde ese día no me ha vuelto casi ni a hablar, y no fue culpa mía, es que me pilló de sorpresa” le contó por enésima vez a su amiga.
“Ya, ya lo sé. Sólo a ti se te ocurre reírte de él cuando se te declaraba, hija, mira que eres tonta”sentenció Anabel.
“¡Qué no me reía de él, es que no me lo esperaba! Y…no supe que decirle” dijo Sofi muy triste.
Mientras el objeto de sus sinsabores, bailaba un lento muy apretadito con Martina, que se dejaba hacer sin ningún aspaviento.
“¡Será guarra la tía!” Exclamó Sofi
“Sí que es una guarra” le confirmó Anabel “Hace dos días estaba morreándose con Paco y ahora va a por tu amor. ¡Anda vamos arriba a jugar a la máquina!” Le dijo tomándola de la mano y tirando de ella.
Subieron al piso de arriba, se encontraban en un local propiedad del padre de uno de los muchachos de la pandilla. Había sido un bar pero ahora estaba vacío, y después de mucho insistirle, habían conseguido que se lo dejara para hacer una fiesta.
Todos pusieron dinero, los chicos más que las chicas, lo de ellas era algo simbólico. Compraron bebidas, patatas fritas y frutos secos y llevaron un tocadiscos y muchos discos, sobre todo románticos. Algunos se perdieron en el piso superior donde, salvo una vieja máquina de pinball, no había nada más.
Las chicas se pusieron a jugar, Sofi en el mando de la derecha, apretaba el botón con todas sus fuerzas, mientras imaginaba a Martina atada a una de las dianas de la máquina.
“¡Qué malas que sois!” El comentario que surgió detrás de ellas hizo que ambas volvieran la cabeza dejando que la bola cayera en el agujero.
“¡Mira quién fue a hablar!” Le contestó Anabel
Fermín se puso colorado, le costaba mucho trabajo hablar con las chicas, y cuando ellas le contestaban de esa forma….él no era guapo como Dani, ni chulito como Carlos, ni siquiera era simpático como Adrián, él era simplemente Fermín, un nombre ridículo, un trabajo asqueroso en la carnicería de su padre, y una cara olvidable con mucha facilidad.
Y Anabel era una... ¡estúpida! ¡Ves, ni para insultar era original! ¡Mierda!.
Se apoyó en la pared para verlas jugar mientras miraba como se movía el culo de Sofi, ese culo prieto y pletórico que le encandilaba.
Anabel se volvió hacía él” ¡Qué miras!” le preguntó con mala leche-“Nada”-contestó asustado él.
“¡Anda vamos abajo, Anabel, vamos a bailar un rato!” dijo Sofi y miró a Fermín como invitándole…” ¿A qué?”-pensó Fermín.
Bajaron los tres, ella delante y el muchacho detrás sin dejar de contemplar el trasero bamboleante de Sofi.
Cuando llegaron al sótano en el aire flotaba una canción de Adamo “Y mis manos en tu cintura, pero bésame con dulzor….” Fermín se acercó a Sofi “¿Quieres bailar?”Le preguntó con timidez “Vale” dijo ella asombrando al chico. Y le puso los brazos al cuello. Él rodeo su cintura con los suyos y con 10 centímetros de separación comenzaron a bailar.
Sofi vio a Carlos y a Martina, que seguían bailando juntos, totalmente pegados el uno al otro, y algo se encendió en ella. Se arrimó a Fermín, él se puso tenso pero no se apartó.
Fermín acercó su boca al oído de ella, y le susurró “¿Quieres salir conmigo? Sofi le miró muy seria y le dijo “Sí” y apoyó su cabeza en el hombro de Fermín.
Terminó la canción y Fermín sin soltar su mano se dirigió hacia las escasas sillas que rodeaban la improvisada pista de baile.
Se sentó en una de ellas y tiró con suavidad de la mano de Sofi “Ven siéntate” “¿Dónde? Preguntó ella “Aquí” dijo señalando sus piernas”
Sofi se sentó y miró a su alrededor, avergonzada. Fermín también miró, orgulloso.
La mirada de Sofi se cruzó con la Carlos que seguía bailando en la pista. En ella creyó ver incredulidad y burla. Ofendida bajó la cabeza, momento que aprovechó Fermín para posar los labios en los suyos.
Sorprendida y expectante los mantuvo unidos a los de él, y cuando notó la lengua del chico intentando abrir su boca, se dejó hacer.
Ese era su primer beso, y lo único que sintió fue asco.
Se levantó de la silla con brusquedad y salió del sótano subiendo las escaleras. Fermín mientras se quedó clavado en la silla, desorientado sin saber que hacer. Ni siquiera se dio cuenta de las risitas que sus amigos soltaban.
Unos minutos más tarde Anabel se acercaba a su amiga, y asustada le preguntaba “¿Qué te ha pasado, porqué ha salido corriendo?”
“Me ha besado… ¡Qué asco, he estado a punto de vomitar! ¿Siempre es así? Le preguntó asustada.
“No hija, no te preocupes. Es que ¡A bueno has ido a elegir para el primer beso! ¿Y qué vas a hacer?”
La conversación se interrumpió con la llegada de Fermín. Anabel hizo “mutis por el foro” y los dos chicos quedaron frente a frente.
¿Qué te pasa Sofi? Le preguntó Fermín con preocupación.
“Mira Fermín, lo he estado pensando y creo que debemos dejarlo. Somos muy jóvenes para ser novios” le dijo Sofi con determinación.
Fermín se miró la punta de los pies y con un hilo de voz le contestó “Como quieras”.
A las nueve salieron del local, se despidieron en la puerta. Fermín se fue solo, con las manos en los vaqueros y pensando “¡Todas las tías son iguales, primero te encandilan y después te dejan tirado como a una colilla!”
Anabel y Sofi emprendieron el camino de vuelta a su casa. Iban calladas, cada una de ella sumida en sus pensamientos. Sofi pensó ¡Que mala suerte que mi primer beso me lo haya dado Fermín!, tendré que probar con Carlos, a ver si la sensación es igual, y si tengo que ser una guarra como Martina, pues ¡Qué leches, lo seré!
Treinta años después Sofi y Carlos están en pleno proceso de divorcio.
Anabel vive con Fermín. El es su protector, no hay quién se pase con ella en el salón de masajes del que es propietario.
Martina es una feliz viuda alegre.
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