miércoles, agosto 30, 2006

extincion dinosaurios

Por fin se ha sabido como se extinguieron los dinosaurios

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domingo, agosto 27, 2006

Se acabaron las vacaciones

Ya soc aquí
que diría Tarradellas.
Las vacaciones han sido justo como esperábamos, tranquilidad y silencio. La casa rural está a las afueras de Arenas de San Pedro, y por lo tanto no hemos tenido el bullicio que se respira allí. El día que llegamos fuimos a cenar al pueblo y salimos huyendo cuando vimos como estaba aquello de gente.
Nuestra cabaña era la más pequeña de las cinco, pero salvo cocina, tenía de todo, muy coqueta y acogedora.
El entorno es magnífico, árboles y vegetación, y haciendo el paseo hasta la carretera, encontrabas moras, peras y calabazas a tu paso.
Los dueños de la casa, encantadores y las familias que estaban allí, muy agradables.
Nuestro perro ha podido estar suelto por allí, junto a los demás sin ningún problema. A la hora del desayuno y la cena, le hemos tenido a él a un lado y a Becquer, el perro de la casa al otro, esperando sus golosinas.
A Julián le llevé para que leyera La catedral del mar, y salvo dos días que le convencí para que jugáramos al rummi no ha soltado el libro hasta que lo ha terminado.

Yo he leido La orden del temple, uno de los muchos libros que han salido sobre los secretos de la Iglesia, está entretenido pero no se lo recomiendo a nadie.

Nos ha sorprendido mucho el clima del valle del Tietar, que es dónde se ubica Arenas. Según nos contó Miguel, tiene un microclima debido a que las montañas actuan como parapeto a los frios de Ávila. Llevábamos la maleta llena de prendas de abrigo y casi nos quedamos sin ropa de verano limpia que ponernos.

Hemos visitado Candeleda, Guisando, Las cuevas del águila, y la Sierra de Gredos.

Hemos comido muy bien, y en sitios, donde por fortuna, nos han permitido hacerlo con el perro, y atendidos con mucha simpatía.

En definitiva, un viaje estupendo que nos ha ayudado a recargar las pilas.

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sábado, agosto 19, 2006

De vuelta

Hemos vuelto de Benidorm, donde estuvimos celebrando el cumpleaños de un primo de Julián.
Roland, que es el primo, es un excelente cocinero y nos hizo una bullabesa que estaba buenísima.
La presentó en un servicio muy especial, ya que es muy antiguo
.

Antes de ir a Benidorm, paramos en La Encina, el primer pueblo de Alicante desde Madrid, y donde nació el padre de Julián. Allí fuimos a conocer a Marina, a la que hace dos meses fueron a buscar sus padres a China. ¡Es una monada!
Y de nuevo digo hasta pronto. Mañana nos vamos a ARenas de San Pedro, a una cabaña rural
Ya os contaré como nos ha ido.
¡Hasta pronto!

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sábado, agosto 12, 2006

Leyendas Urbanas

Las leyendas urbanas, como los mitos, los cuentos de hadas y las baladas que se difundían oralmente en las antiguas culturas, viajan por el ancho mundo. Pasan de boca en boca, narradas como si fueran sucesos de la vida real que ocurrieron hace poco a un amigo, o al amigo de un amigo nuestro.
¿Dónde se originan estos relatos? Cuando se les investiga, sus pistas desaparecen. Pero las leyendas urbanas siguen viviendo, tanto por ser un género de diversión, como porque satisfacen nuestro apetito de incidentes insólitos, aterradores o potencialmente peligrosos que pudieron haber cometidos: asesinos y locos sueltos, productos nocivos y misterios inexplicables de la vida diaria.
Una leyenda que recuerdo y que además me causaba bastante inquietud es la siguiente:

Una persona conduce un coche por una carretera, y ve a una mujer haciendo autostop. La recoge y siguen el viaje. Al llegar cerca de una curva, la mujer dice: "Cuidado con esa curva, es muy peligrosa. Ahí me maté yo".
Cuando el conductor se vuelve asustado al asiento del copiloto, la mujer ha desaparecido, y el conductor pierde el control del vehículo.


Una norteamericana es ésta: Una pareja de novios habían ido a un sitio solitario en coche. Oyen por la radio que un asesino demente que tiene un garfio en lugar de una de sus manos, se ha escapado del manicomio. La chica le ruega al novio que la lleve a casa. Él accede y pone en marcha el coche. Al llegar a la casa, el joven se baja y va a abrirle la puerta a la novia. Allí colgando del abridor del coche, hay un garfio ensangrentado.

¿Conoceís vosotros alguna?

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Asombroso despertar

Hoy he soñado con Aznar, ¡y además era simpático¡

¿Necesitaré ayuda profesional?

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domingo, agosto 06, 2006

El porqué de los dichos

No hay gran hombre para su ayuda de cámara

Se atribuye esta frase a madame Coruel, en cuyo célebre salón de Paris, sólo tenían entrada personas de reconocido ingenio y del que salieron no pocas frases felices.
Se encuentra después en las cartas de mademoiselle Aissé. No ha faltado quien la atribuya al Gran Condé, que cuando se fatigaba de oir elogios a su persona solía replicar: Id y preguntad a mi ayuda de cámara.
Pero con anterioridad a todos estos, el célebre filósofo francés Miguel de Montaigne en el tomo II de sus ensayos, y en el capítulo II, titulado Del arrepentimiento, escribió, refiriéndose a Agesilao
Tal fue para el mundo hombre prodigioso en quien su mujer y su lacayo ni siquiera vieron nada de notable; pocos hombre fueron admirados por sus domésticos; nadie fue profeta, no ya en su casa, sino tampoco en su país....




Del porqué de los dichos de José María Iribarren

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viernes, agosto 04, 2006

¡Viva el 4 de Agosto!

¡Por fin!....
¡Vacaciones!

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jueves, agosto 03, 2006

Otra duda

Si, ya se que soy muy preguntona, pero "preguntando se va a Roma" que hubiera dicho mi padre.

El otro día conocí personalmente a la flaca ¿os acordais de ella? Pues estuvimos comiendo con ella y el güerito, y en un momento de la charla, nos comentaron que en Méj(x)ico si pagas el equivalente a unos 6€, te dan un permiso de conducir.

Y ahora mi duda es ¿el permiso que te dan es válido? es decir: ¿Puedes conducir un coche(auto) sin pasar antes un éxamen?

Sí es así, conducir en j(x)ico debe ser un poco suicida ¿no?

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martes, agosto 01, 2006

Por si acaso...

Nelson salió del Registro de la calle de la Montera agotado; cuando llegó a las ocho de la mañana, ya se había formado una cola que llegaba casi hasta la esquina; se puso detrás de la última persona de la fila y se dispuso a esperar su turno.
Después de dos horas, ya sabía que la señora que estaba delante suyo, se llamaba Martina y que llevaba dos años en Madrid, e intentaba traer a su marido y sus hijos con ella, y que los dos hombres que estaban detrás de él, eran Marco Antonio y su hijo que traían los papeles para conseguir legalizar su situación.
Cuando salió de allí llevaba anotados en su agenda, tres números más de teléfono, y una nueva negativa por respuesta a su solicitud.
Cruzó la calle camino de la Gran Vía, y cuando llegó a San Alberto, unas luces de neón rojas llamaron su atención.
Se acercó al escaparate de la tienda y leyó “Santería La Milagrosa”. De las luces de neón salían frases contundentes “SE REALIZAN CURACIONES” “SE LEE EL TAROT Y LAS CARACOLAS”.
Contempló el escaparate, y vio extraños artículos; barajas de cartas, velas con distintas formas, algunas de ellas hicieron que el rubor apareciera en su cara y amuletos.
Decidió entrar, conocía bien la santería aunque no era ni mucho menos devoto de ella, pero en su país había mucha gente que creía, su madre sin ir más lejos, en alguna ocasión había recurrido a la santera de su pueblo consiguiendo buenos resultados.
Compró un amuleto en forma de bolsa. El dependiente le aseguró que el santero le había lanzado un potente hechizo y que la persona que lo llevara colgado conseguiría todos sus deseos. Nelson se lo puso al cuello, pensando que era una bobada, pero por si acaso…..

A la mañana siguiente, salió de la casa que compartía con su prima, el marido de ésta y los tres hijos del matrimonio, y se acercó a buscar trabajo a la obra que había visto unos días antes. El encargado le dijo que cuando tuviera los papeles en regla volviera por allí; no podía exponerse a contratarle sin ellos.
Deambuló por el barrio buscando algún cartel que pidiera: un camarero, un dependiente, un mozo; cualquier cosa, pero no lo encontró.
Decidió volver al piso y aprovechando que tanto su prima como el marido habian ido al trabajo, buscó algo de comida. Quizás tuviera suerte y hubieran olvidado poner el candado al frigo. Estaba muerto de hambre, no había comido nada desde la mañana del día anterior.
Tuvo suerte, su prima había olvidado guardar las magdalenas del desayuno; comió tres y limpió las migas que habían caído en la mesa.
Se acostó y dejó pasar la mañana entre los recuerdos de su familia y los ratos en los que se quedaba adormilado.
Al volver los hijos de su prima del colegio, se levantó y cuando la hija mayor ponía la comida a sus hermanos, se sentó a la mesa mirando con ojos ávidos el humo que salía de la cacerola.
Floryss, la niña mayor, observó como las aletas de la nariz de Nelson se abrían como si intentaran atrapar la sustancia de aquel guiso, entonces llenó uno de los platos y se lo dio. Nelson no abrió la boca, sólo miró a Floryss con los ojos llenos de agradecimiento y comió.

Por la noche, cuando ya toda la familia estaba en la casa y se disponían a cenar, Nelson salió a la calle, prefería dar una vuelta que ver como los demás comían. El marido de su prima no iba a ser tan generoso como su hija, y hasta era probable que le volviera a decir que se buscara otra habitación.
Fue hasta un parque cercano, dónde solían reunirse sus compatriotas, sí había alguno por allí, cabía la posibilidad de que le cayera algún bocado.
No vio a nadie conocido y se sentó en uno de los bancos que rodeaban el pequeño lago. Aún hacía buen tiempo y era agradable sentir la suave brisa en el rostro.
Nelson andaba sumido en sus pensamientos cuando oyó unos pasos que se acercaban. Volvió la cabeza y se encontró con tres chicos que a su vez le miraban sorprendidos,
-¡Coño, un puto sudaca¡- dijo uno de ellos, y los tres se acercaron al banco.
Nelson se levantó rápidamente, pero el chico que había hablado le cortó el paso y empujándole le gritó.
-¿Qué haces aquí, maricón? Este parque está reservado para los blancos.
Los otros chicos se acercaron y comenzaron a empujarle y a gritarle.
-¡Puto sudaca¡¡Vuélvete a tu país de mierda¡
-¿Qué haces aquí, eh? ¿Querías pillar a una chica para tirártela? ¡Cabrón¡
Nelson intentó defenderse y empujó al que estaba más cerca de él, que cayó al suelo.
-¡Cabrón, te vas a enterar de lo que les hacemos a los mierdas como tu¡-dijo él
que le había empujado primero, sacando una navaja.





Mi nombre es Floryss y tengo 14 años, en mi país a mi edad muchas chicas se casan, algunas incluso, tienen ya hijos, pero aquí en España, las niñas de mi edad sólo van al colegio, como mucho recogen su habitación y hacen algún recado.
Yo no trabajo, voy al colegio, pero cuando vuelvo al piso tengo que ocuparme de preparar la comida para mis hermanos, por algo soy la mayor, y como mi mamá anda trabajando, pues me toca a mí. Paso casi todo el tiempo cuidando de Angelito y Zoraida, mis hermanitos y ocupándome de tener el piso limpio para cuando vuelven mis papás.
El tío Nelson me ayuda alguna vez, cuando se cansa de estar tumbado en su cama con los ojos llenitos de lágrimas, o cuando vuelve de buscar trabajo o de ese sitio donde va para arreglar los papeles y del que siempre vuelve triste, como ayer. Cuando regresamos del colegio, y entré en la cocina a calentar mi guisito, los hermanitos y el tío Nelson se sentaron a la mesa. Yo llegué con el puchero humeante y les llené los platos a los niños y entonces miré al tío, pero él estaba mirando el humo que salía del puchero, me fijé en las aletas de su nariz porque se abrieron mucho como si quisiera tragarse por ellas todo el guisito. Me dio mucha pena, y no hice caso a lo que me dice mi papá todos los días, “Floryss, Nelson no come acá y si quiere comer que traiga plata”, así que cogí otro plato, lo llené y se lo puse al tío. Él me miró como queriendo comerme a mí.
A luego, en la noche, cuando los papás llegaron, tío Nelson se marchó, y mucho más tarde cuando estábamos dormidos, comenzaron a sonar unos terrible golpes en la puerta.
Nos levantamos asustados, y el papá abrió una “mijita” para ver quién era. Nosotros, escondidos tras la mamá, intentabamos descubrir con quién hablaba.
Cuando se volvió, dejando abierta la puerta, vimos a unos policías. El papá le dijo a la mamá que tio Nelson había tenido un accidente y estaba en el hospital.
Se fueron corriendo “pallá” y yo me quedé con los nenes esperando.



Nelson abrió los ojos y sonrió. Se incorporó de la cama con dificultad, aún le tiraban los puntos de la herida.
Entró a la cocina y saludó a su familia. Adalberto, le sonrió y le invitó a sentarse con un gesto “Siéntese “mijo”, llegaste a punto para comer”.

Nelson contempló el puchero de sancocho, olía maravillosamente; después miró a su prima y a los niños sentados a la mesa, y con suavidad apretó el amuleto que le colgaba del cuello. Notó la hendidura que había dejado la hoja de la navaja y se prometió liquidar su deuda con el santero.


Gracias a Javi que me pasó las dos palabras. He tardado más de la cuenta, Javi

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