¡Marco¡
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Palabras sin sentidoLocos Pensamientos
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Un mal pintor, emborronaba una imagen en un lienzo, y como le preguntaban que pintaba, contestó:.
-Si sale con barbas, San Antón-que era lo que quería pintar-y si no, la Purísima Concepción
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Me desperté temprano, como siempre, y antes de levantarme, dejé pasear mis ojos por la habitación.Miré hacia el techo como si fuera a ver algo nuevo en él, encontrando únicamente una pequeña telaraña que colgaba indolente de una esquina.
Observé el armario con las puertas abiertas, había que arreglar esas cerraduras de una vez. Giré la cara hacia el lado derecho de la cama y vi que mi marido aún estaba allí.
Me extrañó. Por lo general, él se levanta antes que yo, y a la hora en que abro los ojos, él se dispone a sacar al perro a su paseo matutino.
Decidí dejarle dormir y sacar yo al perro, así que me levanté, me puse una camiseta y un pantalón corto y subí al baño a cumplir mi rutina diaria.
Después de asearme, fui a prepararme el desayuno. Mientras bajaba las escaleras, iba canturreando el nombre de mi perro “Ron....Roncito....”
Cuando llegué a la cocina, el perro entraba por la puerta de la terraza; con las dos patas delanteras apoyadas en el suelo de la cocina, y las traseras aún en la terraza, levantó la cabeza y me miró ¡ y juro, que me miraba con extrañeza!.
Yo también le miré extrañada, y haciendo un gesto con la cabeza, le pregunté “¿Qué pasa, hombre?
Y entonces ocurrió. Se acercó a mí con lentitud, y sentándose, me dijo:
-¿Qué le pasa al amito? ¿Está vago hoy?
Mis ojos, ya de por sí bastante grandes, se abrieron como platos; tanteé, sin apartar la mirada del perro, buscando una silla y me desplomé sobre ella.
El perro mientras tanto, se había tumbado y me contemplaba con sorna.
-¿Te he asustado? Perdona, no era mi intención. Bueno, para ser sincero, sí que lo era. Ya tenía ganas de devolverte los sustos que tu me das cuando estoy dormido.
-¡Pero, tu! ¿Desde cuando puedes hablar?-le pregunté asustada.
-Desde siempre, guapita.
-¿Y por qué no lo has hecho hasta ahora?
-¿Para qué? ¿Para tener largas y sesudas conversaciones con vosotros? ¡Cómo tenéis tantas cosas que enseñarme!.
-¡Hombre¡
-Prefiero que no te dirijas a mí con ese adjetivo- me dijo, poniéndose muy serio-Me siento insultado.
-¡Hombre¡-repetí, un poco mosqueada-¡Perdón, perdón¡ Intentaré no utilizarlo. Lo que quería decirte, es que algo te hemos enseñado ¿no? Por ejemplo, a que te sientes, a que pidas cosas alzando la patita, a que te quedes quieto, esperando a que salgamos de la panadería...
-¡Mira, rica!-me interrumpió- Sentarme, ya sabía yo sólito, y lo demás me lo habéis enseñado porque a vosotros os interesaba, sino ¿ de qué?
-¿Y qué te íbamos a enseñar?-le pregunté asombrada.
-Pues, por ejemplo, a cazar gatos. Tu sabes como me pongo cuando veo un gato; pues podíais haberme enseñado que a los gatos hay que pillarlos por detrás, y a ser posible cuando se están atusando, que es cuando más distraídos están. Así, por lo menos, me habría evitado algún que otro arañazo en el morro.
También podíais haberme dicho que los tubos de escape queman, sí te acercas a ellos, o que no me fiara del cabroncete del hijo del vecino.
-Ahí tienes razón-le comenté sonriendo-Ese niño es un cabroncete.
-Entonces ¿ no estás contento viviendo con nosotros?
Se levantó y se acercó a mí, y mirándome con fijeza, me dijo-Si estoy contento con vosotros; salimos tres veces al día, siempre estais pendientes de que no me falte agua. Pero hay cosas que no me gustan.
-¿Cuáles? Dímelo, para intentar solucionarlo-le dije aliviada.
-Jugáis poco conmigo, aunque ahora ya no me importa tanto como cuando era un cachorro; del pienso no voy a decir nada, porque no creo que me vayas a dar otra cosa, pero lo que no os perdono es que me castrarais.
-Lo hicimos para que no sufrieras cuando hay perras en celo-me defendí.
-No mientas- dijo muy serio- Lo hicisteis para que no os molestara con mis gemidos y mis tirones cuando había alguna cerca.
Callé avergonzada por sus palabras, y entonces él, haciendo gala de su nobleza, puso su cabezota en mis piernas, y lamió mis manos.
-¡Venga! No te pongas triste y vamos a dar un paseo. Seguro que hablando solucionamos todos los problemas.
Le abracé aliviada, me levanté, enganché la correa a su collar, y me dispuse a dejar que Ron me diera un paseo.
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¡Vaya usarced a la porra, seor soldado!
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