¡Despierta¡
La motocicleta sorteaba con elegancia a los automóviles que circulaban en el caótico tráfico mañanero. Su conductor pendiente del semáforo de la esquina, intentaba llegar a él antes de que la luz verde cambiara a amarilla. De pronto, el morro de un automóvil surgió delante de él; no le dio tiempo a esquivarlo y conductor y “paquete” cayeron al suelo.
Javier, el conductor se levantó del suelo y comprobó que no tenía nada roto, se volvió buscando a su mujer y la vio tendida aún en el suelo. Se arrodilló a su lado y con temor la llamó “nena ¿estás bien? Ella no le respondió; Javier gritó pidiendo una ambulancia y varias personas se acercaron hasta ellos.
La ambulancia llegó al cabo de unos minutos que a Javier le parecieron horas. Los del Samur se arrodillaron alrededor de Carmen, y mientras uno comprobaba su pulso, otro tomaba la tensión y el tercero le abría los ojos para comprobar las pupilas.
Trajeron una camilla y depositaron a Carmen en ella, el que parecía el jefe del grupo le comunicó a Javier que llevaban a su mujer al hospital más cercano. Los policías le dijeron a Javier que ellos le llevarían.
Cuando Javier llegó al hospital y preguntó en urgencias por ella, una Ats le acompañó hasta un despacho del área de traumatología. Allí, un médico le informó que su mujer no parecía tener nada roto y que sus constantes vitales eran estables, pero que se encontraba en coma.
Carmen se asustó al despertar, no estaba en su habitación; demasiado blanca, demasiado silenciosa; siempre despertaba con la musiquilla de fondo de la radio-despertador y con los ruidos que Javier hacía por toda la casa, ahora no oía nada. Se incorporó un poco en la cama y vio que se trataba de un hospital. A su izquierda una ventana sin cortinas con una persiana de lamas por donde se filtraba la incipiente luz de la madrugada; a su derecha otra cama exacta a la suya, donde debía haber otra persona, a juzgar por el bulto que formaban las sabanas.
Sintió un pequeño mareo y cerró los ojos, volviendo a tumbarse. Cuando los volvió a abrir, el mareo había desaparecido, se quitó de encima la ropa de cama, e incorporándose se sentó en el borde. Se levantó muy despacio sujetándose a la pequeña mesilla, y tras comprobar que podía mantenerse en pie sin problemas, caminó hasta la puerta de enfrente, suponiendo que allí se encontraba el baño.
Allí estaba cuando oyó abrirse la puerta de la habitación y las pisadas apresuradas de alguien; Abrió la puerta del baño y asomó la cabeza, sus ojos se encontraron con los de una enfermera que la miraba a su vez sorprendida. ¿pero, que haces ahí? Dios mío, vuelve a la cama inmediatamente, le dijo la enfermera mientras la sujetaba de un brazo, no deberías haberte levantado, podrías haberte mareado, anda, anda, vamos, acuéstate y espera, que voy a avisar el médico.
Carmen se acostó obediente, y se tapó con la sábana hasta la barbilla. No sabía si quería que viniera el médico, le daba miedo preguntar por Javier, y que le dijeran que….¡no no podía ser¡ Javier estaba bien, seguro que estaba bien.
Un hombre con bata blanca entró en la habitación seguido por la enfermera….¡vaya, al fin te has despertado¡ ¡no sabes lo preocupado que estaba tu marido¡ Juanita ¿le han avisado ya ? Si, doctor, ya le hemos llamado, vendrá enseguida.
Carmen intentaba mantener los ojos abiertos, pero un sueño mórbido la envolvió y sus ojos volvieron a cerrarse.
Javier se acuclilló junto a la cama de Carmen, tomó con cuidado su mano de entre la maraña de cables que acosaban a su mujer, la besó y quedamente le habló, Carmen, ¡nena¡ ¡despierta cariño¡ ¡despierta, por favor¡
Una mano presionó levemente el hombro de Javier, volvió la cara y miró el rostro de la enfermera que le sonreía cariñosa. Javier limpió de un manotazo las lágrimas que fluían de sus ojos, y le preguntó a la enfermera, ¿no ha habido ningún cambio? No Señor Díaz, no ha habido cambios, y el Doctor Jiménez quiere hablar con usted sobre la opción de retirar todos los aparatos a su esposa. Hace ya seis meses que está en coma y debe tomar usted una decisión.
Javier respiró hondamente al salir del hospital, estaba cansado pero contento. Carmen había respondido bien a la retirada de los aparatos; respiraba por si misma y sus constantes eran estables.
Mañana traería un cd de su grupo favorito, y seguiría pidiéndola que despertara. Quizá mañana le oyera.
Javier, el conductor se levantó del suelo y comprobó que no tenía nada roto, se volvió buscando a su mujer y la vio tendida aún en el suelo. Se arrodilló a su lado y con temor la llamó “nena ¿estás bien? Ella no le respondió; Javier gritó pidiendo una ambulancia y varias personas se acercaron hasta ellos.
La ambulancia llegó al cabo de unos minutos que a Javier le parecieron horas. Los del Samur se arrodillaron alrededor de Carmen, y mientras uno comprobaba su pulso, otro tomaba la tensión y el tercero le abría los ojos para comprobar las pupilas.
Trajeron una camilla y depositaron a Carmen en ella, el que parecía el jefe del grupo le comunicó a Javier que llevaban a su mujer al hospital más cercano. Los policías le dijeron a Javier que ellos le llevarían.
Cuando Javier llegó al hospital y preguntó en urgencias por ella, una Ats le acompañó hasta un despacho del área de traumatología. Allí, un médico le informó que su mujer no parecía tener nada roto y que sus constantes vitales eran estables, pero que se encontraba en coma.
Carmen se asustó al despertar, no estaba en su habitación; demasiado blanca, demasiado silenciosa; siempre despertaba con la musiquilla de fondo de la radio-despertador y con los ruidos que Javier hacía por toda la casa, ahora no oía nada. Se incorporó un poco en la cama y vio que se trataba de un hospital. A su izquierda una ventana sin cortinas con una persiana de lamas por donde se filtraba la incipiente luz de la madrugada; a su derecha otra cama exacta a la suya, donde debía haber otra persona, a juzgar por el bulto que formaban las sabanas.
Sintió un pequeño mareo y cerró los ojos, volviendo a tumbarse. Cuando los volvió a abrir, el mareo había desaparecido, se quitó de encima la ropa de cama, e incorporándose se sentó en el borde. Se levantó muy despacio sujetándose a la pequeña mesilla, y tras comprobar que podía mantenerse en pie sin problemas, caminó hasta la puerta de enfrente, suponiendo que allí se encontraba el baño.
Allí estaba cuando oyó abrirse la puerta de la habitación y las pisadas apresuradas de alguien; Abrió la puerta del baño y asomó la cabeza, sus ojos se encontraron con los de una enfermera que la miraba a su vez sorprendida. ¿pero, que haces ahí? Dios mío, vuelve a la cama inmediatamente, le dijo la enfermera mientras la sujetaba de un brazo, no deberías haberte levantado, podrías haberte mareado, anda, anda, vamos, acuéstate y espera, que voy a avisar el médico.
Carmen se acostó obediente, y se tapó con la sábana hasta la barbilla. No sabía si quería que viniera el médico, le daba miedo preguntar por Javier, y que le dijeran que….¡no no podía ser¡ Javier estaba bien, seguro que estaba bien.
Un hombre con bata blanca entró en la habitación seguido por la enfermera….¡vaya, al fin te has despertado¡ ¡no sabes lo preocupado que estaba tu marido¡ Juanita ¿le han avisado ya ? Si, doctor, ya le hemos llamado, vendrá enseguida.
Carmen intentaba mantener los ojos abiertos, pero un sueño mórbido la envolvió y sus ojos volvieron a cerrarse.
Javier se acuclilló junto a la cama de Carmen, tomó con cuidado su mano de entre la maraña de cables que acosaban a su mujer, la besó y quedamente le habló, Carmen, ¡nena¡ ¡despierta cariño¡ ¡despierta, por favor¡
Una mano presionó levemente el hombro de Javier, volvió la cara y miró el rostro de la enfermera que le sonreía cariñosa. Javier limpió de un manotazo las lágrimas que fluían de sus ojos, y le preguntó a la enfermera, ¿no ha habido ningún cambio? No Señor Díaz, no ha habido cambios, y el Doctor Jiménez quiere hablar con usted sobre la opción de retirar todos los aparatos a su esposa. Hace ya seis meses que está en coma y debe tomar usted una decisión.
Javier respiró hondamente al salir del hospital, estaba cansado pero contento. Carmen había respondido bien a la retirada de los aparatos; respiraba por si misma y sus constantes eran estables.
Mañana traería un cd de su grupo favorito, y seguiría pidiéndola que despertara. Quizá mañana le oyera.
Etiquetas: Relatos
1 Comments:
La esperanza muere al ultimo y mientras hay vida hay esperanza.
Bonita historia, me gusto, la continuaras?
Un beso!!!
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